Carlos Graterol
24 de sept de 2024
Estos métodos ancestrales, aunque hoy parezcan rudimentarios o incluso extremos, reflejan una constante humana: la necesidad de encontrar sentido y consuelo ante las experiencias más desgarradoras
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Las guerras han dejado cicatrices psicológicas en los soldados y las sociedades desde tiempos inmemoriales. Aunque el concepto de trauma bélico, tal como lo entendemos hoy, no existía en las civilizaciones antiguas, diversas culturas desarrollaron métodos para tratar las secuelas mentales y emocionales de los conflictos.
En la antigua Grecia, el teatro jugó un papel fundamental en la gestión del trauma. Las tragedias griegas no solo ofrecían entretenimiento, sino también una forma de catarsis colectiva. Obras como "Las troyanas" de Eurípides retrataban la desolación y el sufrimiento tras la guerra, permitiendo al público, muchos de ellos veteranos, confrontar y procesar sus propios miedos y dolores. Este enfoque simbólico y emocional ayudaba a la sociedad a liberar tensiones y, de alguna manera, a curar las heridas invisibles de la guerra.
Por otro lado, en la Roma antigua, las supersticiones y los rituales religiosos también formaban parte del proceso de sanación para los soldados. Los sacrificios a los dioses y las ceremonias antes y después de las batallas buscaban asegurar la protección divina y purificar a los guerreros de las atrocidades cometidas. A pesar de la brutalidad de los enfrentamientos, los romanos veían la guerra como una misión sagrada, y los rituales ofrecían una vía para sobrellevar el dolor psicológico.
En el caso de la Europa medieval, la religión cristiana tomó un rol preponderante en la vida postbélica. Los caballeros y soldados que participaban en cruzadas o guerras territoriales eran alentados a confesar sus pecados y cumplir penitencias como una forma de expiar las acciones violentas. Se pensaba que la redención espiritual, a través de la oración o la peregrinación, era clave para aliviar la culpa y el remordimiento que podían experimentar.
En otras culturas más alejadas de occidente, como en Japón, los samuráis seguían un estricto código de honor conocido como bushido. Este código no solo dictaba cómo debían comportarse en la batalla, sino también cómo afrontar la muerte y el dolor emocional. Los samuráis, que veían el deshonor como una carga emocional insoportable, realizaban rituales como el seppuku, un suicidio honorable, para redimirse y liberar su alma del sufrimiento.
Aunque no existían diagnósticos médicos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en la antigüedad, es evidente que las sociedades comprendían el profundo impacto emocional de la guerra y crearon maneras, tanto espirituales como simbólicas, de lidiar con los traumas.
Estos métodos ancestrales, aunque hoy parezcan rudimentarios o incluso extremos, reflejan una constante humana: la necesidad de encontrar sentido y consuelo ante las experiencias más desgarradoras.
Fuente: BBC
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